Investigaciones de la psicología cognitiva han revelado que el verdadero protagonista del aprendizaje es la propia persona que aprende (Herranz y Delgado, 2002). Para que esto ocurra deben convergen un triunvirato de elementos, por una parte se requieren una serie de conocimientos tanto del mundo que rodea a la persona, como de la metacognición, a la cual se le considera como el conocimiento que los individuos poseen sobre su forma de pensar y la habilidad para controlar esos procesos con el fin de organizarlos, revisarlos y modificarlos en función de los resultados del aprendizaje (Sampieri, 2008). En segundo lugar, se requiere de la capacidad para aprender y por último, pero no menos importante el querer aprender.
Este último ha sido un elemento controversial y de mucho estudio, dentro de la rama educativa y psicológica, ya que la motivación puede tener un efecto sobre el aprendizaje, o sea ser causativa. Y ella puede también puede ser influenciada por el aprendizaje, o ser de resultado (Axell, 2007), es decir, que no sabemos si la motivación prepondera al aprendizaje o éste influye en la motivación.
Por tanto, desde el rol de docentes consideramos que el estudiante es el protagonista del aprendizaje, siendo el profesor el guía (co-protagonista en el proceso), existiendo además diferentes medios para aprender, de un modo más sistemático y metodológico.
Otro punto, que hemos analizado es la fuerte influencia que ejerce el entorno de nuestros estudiantes sobre ellos, es así, que todos hemos tenido la experiencia de trabajar tanto, con estudiantes de ambientes estimulantes y ricos en experiencias, como estudiantes en que el medio deprivado les ha provisto de pocas o nulas experiencias que les permitan un desarrollo armónico. Pero cuidado, no por el hecho que éstos últimos pertenezcan a entornos menos favorables no podrán lograr aprendizajes, o dicho de otra manera, sean “menos inteligentes”; en lo que sí estamos de acuerdo es que estos deberán tomar más tiempo para internalizar y aprender y por ende, nivelar los nuevos conocimientos. La rapidez con la que este proceso se lleve a cabo dependerá de la naturaleza de cada uno de ellos.
Es así que tocamos otro punto importante de analizar, todos nuestros estudiantes son entidades independientes, con vivencias diferentes que lo hacen únicos e irrepetibles y por tanto, su manera de aprender será distinta entre ellos. Mucho tiempo ha pasado desde que las teorías cognocitivistas nos indicaban que si varios sujetos eran expuestos a las mismas experiencias de aprendizaje, deberían “aprender” lo mismo…. ¿Y dónde está la naturaleza de cada uno?
Cada persona aprende de manera diferente, porque capta, procesa y asimila la información de manera diferente, hay quienes requieren de tiempo para reflexionar, otros que necesitan del silencio y aquellos que memorizan y repiten. Es la función del docente permitir que todos sus estudiantes aprendan, con una metodología incluyente y atendiendo a la diversidad, de ahí la preponderancia de planificar y diseñar el accionar educativo que asegure que el aprendizaje sea logrado por todos nuestros estudiantes.
Este último ha sido un elemento controversial y de mucho estudio, dentro de la rama educativa y psicológica, ya que la motivación puede tener un efecto sobre el aprendizaje, o sea ser causativa. Y ella puede también puede ser influenciada por el aprendizaje, o ser de resultado (Axell, 2007), es decir, que no sabemos si la motivación prepondera al aprendizaje o éste influye en la motivación.
Por tanto, desde el rol de docentes consideramos que el estudiante es el protagonista del aprendizaje, siendo el profesor el guía (co-protagonista en el proceso), existiendo además diferentes medios para aprender, de un modo más sistemático y metodológico.
Otro punto, que hemos analizado es la fuerte influencia que ejerce el entorno de nuestros estudiantes sobre ellos, es así, que todos hemos tenido la experiencia de trabajar tanto, con estudiantes de ambientes estimulantes y ricos en experiencias, como estudiantes en que el medio deprivado les ha provisto de pocas o nulas experiencias que les permitan un desarrollo armónico. Pero cuidado, no por el hecho que éstos últimos pertenezcan a entornos menos favorables no podrán lograr aprendizajes, o dicho de otra manera, sean “menos inteligentes”; en lo que sí estamos de acuerdo es que estos deberán tomar más tiempo para internalizar y aprender y por ende, nivelar los nuevos conocimientos. La rapidez con la que este proceso se lleve a cabo dependerá de la naturaleza de cada uno de ellos.
Es así que tocamos otro punto importante de analizar, todos nuestros estudiantes son entidades independientes, con vivencias diferentes que lo hacen únicos e irrepetibles y por tanto, su manera de aprender será distinta entre ellos. Mucho tiempo ha pasado desde que las teorías cognocitivistas nos indicaban que si varios sujetos eran expuestos a las mismas experiencias de aprendizaje, deberían “aprender” lo mismo…. ¿Y dónde está la naturaleza de cada uno?
Cada persona aprende de manera diferente, porque capta, procesa y asimila la información de manera diferente, hay quienes requieren de tiempo para reflexionar, otros que necesitan del silencio y aquellos que memorizan y repiten. Es la función del docente permitir que todos sus estudiantes aprendan, con una metodología incluyente y atendiendo a la diversidad, de ahí la preponderancia de planificar y diseñar el accionar educativo que asegure que el aprendizaje sea logrado por todos nuestros estudiantes.
¿Lo que enseñamos es lo que tienen que aprender nuestros alumnos? Antes de responder a esta pregunta, queremos exponer algunas de nuestras discusiones alusivas al tema.
Hemos llegado a la conclusión que la actual sociedad del conocimiento y de la información requiere por parte de los educadores una innovación de su quehacer pedagógico que involucre cambios desde su metodología a su orientación dentro y fuera del aula; este cambio surge a raíz de que los educandos que completan las aulas escolares tienen otros intereses, otras vivencias y muchos otros centros de conocimientos más “entretenidos” y “atrayentes” que el mismo profesor. Marc Prensky, autor del concepto “nativos digitales” nos caracteriza a esta generación diciéndonos que “antes de entrar a la universidad poseen 10 mil horas de videojuego, 200 mil mails mandados y recibidos, 10 mil horas de uso de celular, 20 mil horas de TV y finalmente, 5 mil horas de lectura. Es decir, una generación capaz de absorber información y tomar decisiones muy rápido, con procesamiento paralelo, que lee formato hipertexto”. Es importante detenerse a pensar lo que significa para esta generación estar sentados, frente a una clase expositiva, donde el rol protagónico corresponde al profesor y cuya única tarea para ellos es mantener la atención y escuchar.
Por tanto, es perentoriamente necesario un replanteamiento y una actualización de las prácticas pedagógicas incluyendo los recursos tecnológicos que la cotidianidad nos proporciona. Esto exige del cuerpo docente un acercamiento al uso de la tecnología, no por un fin en sí misma, sino para lograr aprendizajes de calidad dentro de sus educandos.
El aprendizaje ya no debe estar centrado en la “cantidad” de contenidos a enseñar, sino en la calidad de éste, el docente debe abrirse al entorno y reconocer que existen otras fuentes de información más actualizas y completas, lo que hará más motivador estudiar por el ordenador, las PDA (Personal Digital Assistant) u otros elementos tecnológicos, donde el estudiante pone en juego todas sus áreas de aprendizaje.
Definitivamente, entonces, lo que enseñamos no es lo que necesitan nuestros estudiantes.
La clave es centrar el aprendizaje en habilidades para “aprender a aprender” y apoyarnos en la concepción constructivista del aprendizaje y de la enseñanza, ya que ésta considera a la educación como un motor para el desarrollo globalmente entendido, lo que supone incluir también las capacidades de equilibrio personal, de inserción social, de relación interpersonal y motrices. (Coll, y cols., 1995).
Debemos tender a desarrollar en nuestros estudiantes lo que Partnership for 21st Century Skills, en 2004 denominó como las Habilidades para el siglo XXI. En esta declaración Robert Sternberg de la Universidad Tufts ha postulado que es necesario un plan de estudios centrado en el desarrollo de competencias para los estudiantes, lo que él ha llamado las “3 R's”. Donde la primera R abarca el Razonamiento (pensamiento analítico, crítico, la resolución de problemas). La segunda R corresponde a la Resistencia que abarca habilidades para la preparación de la vida tales como, la flexibilidad, la adaptabilidad, y la autosuficiencia y la tercera R, corresponde a la Responsabilidad que enlaza a la sabiduría, definida como "la aplicación de la inteligencia, la creatividad y los conocimientos para un cambio de liderazgo.