Dentro de la década pasada, la integración de recursos tecnológicos en educación fue para muchos la solución tan esperada para mejorar los aprendizajes de los alumnos, fue así que innovaciones en esta materia rápidamente se multiplicaron sin tener un sustento que las avalara y por ende, no tuvieron el resultado esperado. Los estudios de caso proporcionaron la verificación de una sola experiencia que muchas veces en forma aislada, no produjo los mismos efectos en una gran cantidad de salas de clase.
Por otra parte, la incorporación de estos recursos puso en juego distintos elementos, a que a la luz de lo observado, muchos de ellos no eran competentes, como es el caso de la preparación de los profesores para la utilización de estos recursos dentro de sus prácticas docentes.
Resulta entonces, necesario observar y cuantificar la integración de la tecnología en las salas de clases, pero esto no resulta una tarea fácil, pues como Pasillo y Hord (2001) precisan, la rapidez con la cual intentamos comprobar los efectos de innovaciones educativas en estudiantes nos hacen a menudo faltar a una pregunta preponderante: ¿la innovación fue puesta en ejecución según lo previsto?
Una respuesta es hacer que los evaluadores realicen observaciones directas en salas de clase siguiendo protocolos establecidos… pero seguimos parados en las mismas preguntas… qué evaluar ¿? y cómo hacerlo ¿?
De todas maneras, al ser un tema relativamente nuevo, se han observado avances en este ámbito, es el caso por ejemplo, del Panel de Expertos creado en 1994, por el congreso de los Estados Unidos, quién ordenó a la oficina de investigación y de mejora educativas (OERI) establecer “paneles de expertos y de médicos cualificados apropiados” para evaluar programas educativos y recomendar a la Secretaria de Educación esos programas que se deben señalar como ejemplar o prometedor. El propósito de estos paneles es proveer a profesores, administradores, de hacedores de políticas, y padres la información confiable sobre la calidad y la eficacia de programas y materiales, de modo que puedan tomar decisiones informadas en sus esfuerzos de mejorar la calidad del aprendizaje de los estudiantes.
El panel de expertos desarrolló 6 criterios los que pueden ser utilizados como pautas al diseñar y mejorar programas de estudios que utilizan tecnología educativa. Proporcionan un modelo riguroso, analítico para los distritos y las escuelas que experimentan el planeamiento y el desarrollo, de igual manera, pueden también utilizarse para explicar a los padres, y a otros de la escuela porqué los educadores deben utilizar tecnología.
Pueden también ser utilizados como guía para que las escuelas sepan ¿cómo está aprendiendo el estudiante con la tecnología que se utiliza? Los criterios reflejan la experiencia de expertos en la materia y, como tal, pueden estimular creatividad y ayudar a evitar entramparse con falsos indicadores.
Los programas reconocidos tienen metas educativas significativas que dan lugar a un aprendizaje complejo apoyado por tecnología. Estos programas también promueven el cambio de organización tan bien como mayor equidad y la excelencia educativa para todos los estudiantes. Los programas demuestran su eficacia con respecto a estos resultados y son útiles y adaptables en otros ajustes de la escuela.
- Criterio 1. El programa trata una edición o ediciones educativas importantes y articula sus metas y diseño claramente. (Las metas educativas son significativas, el diseño del programa es reflexivo y apoyado por la investigación, la descripción del programa es clara y completa.)
- Criterio 2. El programa desarrolla las habilidades de aprendizaje y de pensamientos complejos para quien fue diseñado.
- Criterio 3. El programa contribuye a la excelencia educativa para todos.
- Criterio 4. El programa promueve el cambio de organización coherente.
- Criterio 5. El programa tiene evidencia rigurosa, mensurable para sus logros por lo menos en los criterios 2, 3, y 4 (el aprender, equidad, y cambio de organización).
- Criterio 6. El programa es adaptable para el uso en contextos múltiples.
Por lo expuesto aquí, resulta necesario abrir el debate sobre la debilidad presente en los proyectos de investigación educativa. Esto se comprueba al identificar la falta de sustento teórico - epistemológico en la gran mayoría de los trabajos de investigación en el ámbito educativo lo que muchas veces produce confusiones y parámetros mal establecidos que se replican mal gastando recursos tecnológicos, económicos y humanos.
- Nota : El 5 de noviembre de 2002, el Presidente Bush firmó la Ley de Ciencias de la Ley de Reforma Educativa, que produjo una nueva organización y que reemplazó el OERI por el Instituto de Ciencias de la Educación http://www2.ed.gov/about/offices/list/ies/index.html?src=mr